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  • Foto do escritorWesley Sa'telles Guerra

Amazonía en peligro, el efecto Bolsonaro

Sin duda alguna la cumbre de Rio de Janeiro en 1992 también conocida como Eco92, Rio92 o Cumbre de la Tierra, fue el principio de la agenda global para el medio ambiente tal y como la conocemos hoy.

Importantes convenciones surgieron en ese encuentro, que contó con la participación de las principales economía del mundo. La Carta de la Tierra o Convención de Rio de Janeiro, así como las convenciones para la diversidad biológica, la lucha contra la desertificación y la convención cuadro para el cambio climático son frutos de ese encuentro que dieron inicio a la llamada agenda verde o agenda 21.

Desde entonces una serie de convenciones fueron avanzando en la lucha por el medio ambiente y la sostenibilidad. El Protocolo de Kyoto, la Carta de Bali, el Acuerdo de Copenhague entre otros, fueron fortaleciendo las metas así como las posibles sanciones a los países que no incumplían los acuerdos.

Veinte años después en el  2012, la ciudad de Rio de Janeiro volvió a ser escenario para el encuentro Rio+20, cuyo objetivo fue el de evaluar los resultados de la Agenda 21. La conferencia ocurrió en plena Crisis Financiera Internacional lo que sin duda resultó en diversas presiones. Por un lado los países desarrollados (principalmente Europa) abogaban por una mayor rigidez en el cumplimiento de las reglas, por otro lado los países en vías de desarrollo junto con los Estados Unidos buscaban formas de equilibrar el aumento de la industria con las exigencias de protocolo. En ese momento Brasil era no tan sólo el anfitrión sino también el puente de diálogo entre esos dos mundos.

Si por un lado Brasil buscaba aumentar su grado de desarrollo, por el otro mantenía la matriz energética más limpia del mundo (según informe de la propia ONU) y había logrado reducir la destrucción de la selva en más del 80% según la Agencia Espacial Americana. El hecho de tener en su territorio más del 70% de la mayor selva tropical del mundo, una de las 3 mayores reservas de agua potable  y la mayor biodiversidad del planeta, hacía de Brasil el principal interesando en la composición de una agenda global donde la preservación no tan sólo sería una meta ideológica sino también una forma rentabilizar su propio patrimonio ambiental, logrando de esa forma, un puesto de liderazgo geopolítico al tratarse del tema. Una especie de Softpower verde.

En la actualidad, la elección del líder conservador de extrema derecha, Jair Bolsonaro, pone en riesgo el protagonismo de Brasil en la Agenda Verde Global. El país ha sorprendido el mundo al negarse a celebrar la COP25 (Conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático) a pedido del futuro presidente, lo que daría continuidad a la tradición del país en cuestiones de medio ambiente y sostenibilidad.

El posicionamiento del futuro presidente de Brasil no tan sólo pone en riesgo el papel de Brasil en la agenda para el medio ambiente global, sino que los propios recursos naturales del país y su diversidad biológica. Bolsonaro ya declaró a la prensa su intención de privatizar las grandes reservas de agua, permitir la caza de animales salvajes, no hacer nuevas demarcaciones de territorios indígenas e incluso permitir una mayor exploración de la llamada “Amazonía legal”, parte de sus propuestas están disponibles en su plan de gobierno localizado en su página de internet así como en las notas del equipo de transición.

Pero sin dudas la declaración que más impactó a la comunidad nacional e internacional, fue durante una visita de Jair Bolsonaro a los Estados Unidos en 2016, donde afirmó por primera vez que la Amazonía debería ser privatizada o cedida al país norteamericano, en agosto del 2018 volvió a declarar lo mismo en una entrevista para el periódico español El País.

Recientemente, el presidente electo de Brasil volvió a generar polémicas, cuando intentó unir el ministerio de medio ambiente con el de agricultura y al declarar que acabaría con la fiscalización abusiva del IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales) aumentando las presiones internacionales de organizaciones como la ONU y ONGS como GreenPeace.

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Foto: Fiscales del Ibama controlando la tala de madera en la Amazonía. Fuente: Ibama.gov.br

El sector de la agricultura y la ganadería son el gran apoyo del futuro presidente de Brasil junto con importantes grupos evangélicos y conservadores, y aunque Bolsonaro tan sólo será nombrado presidente en el próximo enero, la transición de su gobierno ya genera dudas e incertezas, sobre todo para el medio ambiente.

La Amazonía no representa tan sólo al futuro de Brasil, sino que el de la humanidad y su conservación debe ser prioridad.


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